Trabajar en una granja de ajos, Australia / Working in a garlic farm in Australia

Nenaslibres
11 nov 2018
5 Min. de lectura

Llegamos a Mitchels Island tras hacer contacto con Stella, una mujer increíble que nos abrió las puertas de su hogar y nos introdujo en el maravilloso mundo del ajo orgánico.

Nosotras somos fan del ajo. Podemos comerlo de todas las formas que imagines y de las que no, también.

Así que esta experiencia fue lo más parecido al heaven.

Stella nos pasó a buscar por Manly y en un viaje de 5 horas en su auto charlamos de todo un poco, charla va, charla viene, frenamos y Stella nos invitó un almuerzo vegano en un lugar en la ruta.

Al acercarnos a la casa de ella nos maravillaba estar rodeadas de árboles gigantes, caminos llenos de bosques y casas aisladas la una de la otra, los terrenos enormes y la paz a flor de piel.

Llegamos y nos recibieron Harley y Sasha corriendo desde lejos hacia nosotras. Dos hermosxs perrxs que adoramos desde el primer momento.

Vivíamos en una casa que era sola para nosotras. Compartiamos los almuerzos y las cenas junto a Stella y Sammy, un francés de 30 y pico, que lleva años viviendo allí con ella, ayudándole con todo lo que es construcción (se encarga de armar las estanterías en las que luego se ponen a secar los ajos, tiene el proyecto de reforma de 3 trailers, en uno de los cuales vive el y también le ayuda a Stella con la construcción de canteros para sus plantas y vegetales).

Nuestro trabajo consistía en sacar los ajos de la tierra, limpiarlos y ponerlos en las bandejas donde, separados por su variedad, se secan unos cuantos días y luego son llevados para la venta en las ferias orgánicas. Muchas veces trabajamos con la flor del ajo: esto fue algo totalmente nuevo para nosotras. No conocíamos la flor, no sabíamos lo frágil que era sacarla y menos que menos conocíamos sus propiedades y sabor único dentro de la gastronomía.

Así que muchas veces dedicabamos nuestro tiempo a sacar las flores de los ajos, cortarlas, pesarlas y prepararlas para la venta en las ferias. También aprendimos a manejar una especie de "tractorcito" de granja para trasladar los ajos de acá para allá.

Los días en esta granja orgánica fueron de los más hermosos que pudimos vivir. Atardeceres que prendían fuego el cielo, paisajes que dejan ver las distancias entre todo lo que nos rodeaba, risas de día y jugos frescos para los breaks de trabajo. Esto de los jugos merece una mención especial. Stella nos preparaba (y a veces nosotras también preparabamos) unos jugos, licuados, smoothies, que nos dejaban sin palabras, con la boca abierta, el corazón contento y mucha energía en el cuerpo. Nada de escatimar ni de rutinas dentro del vaso, siempre algo diferente, siempre un ingrediente a probar y siempre era un acierto. La cocina era uno de los lugares favoritos de todxs.

Por las noches a veces cocinaba Stella, a veces Samy y a veces nosotras. Nos turnabamos sin pensarlo demasiado porque era un placer compartir las comidas a la luz de la vela. No porque no hubiera luz eléctrica, sino porque éramos así de románticos: luz de vela, un vino orgánico, comida casera y buena charla.

Varios días nos ibamos a pasear a la playa, caminar, disfrutar de los cielos de Australia y recorrer la isla de norte a sur, de este a oeste. Nos fuimos a conocer el bosque de los murciélagos (no podemos explicar la cantidad de murciélagos que vimos, imposible contarlos), nos fuimos a conocer un viñedo hermoso y a tomar una copita de vino blanco exquisita, nos fuimos a casa de amigxs de Stella a comer frutas y frutos, nos fuimos a varios lugares y de todas las experiencias estamos totalmente agradecidas.

Hermosos días y noches en esta mágica isla.

----------------------ENGLISH VERSION-------------------------

We arrived at Mitchels Island after making contact with Stella, an amazing woman who opened the doors of her home and introduced us to the wonderful world of organic garlic. We are a fan of garlic. We can eat it in every way you imagine and in those that you don't, too. So this experience was the closest thing to heaven. Stella picked us up in Manly and on a 5-hour trip in her car we talked about everything a bit, talk goes, talk comes, we stop and Stella invited us to a vegan lunch at a place on the route. As we approached her house, we were amazed to be surrounded by giant trees, paths full of forests and houses affected from each other, the vast lands and peace to the skin.

We arrived and were welcomed by Harley and Sasha running from afar towards us. Two beautiful dogs that we adore from the first moment. We lived in a house that was only for us. We shared lunches and dinners with Stella and Sammy, a Frenchman in his 30s, who has spent years living there with her, helping her with everything that is construction (he is in charge of putting together the shelves in which they can put out to dry the garlic, he has the project to reform 3 trailers, in one of which he lives and also helps Stella with the construction of flower beds for her plants and vegetables).

Our job was to get the garlic out of the ground, clean it and put it on the trays. Many times we work with the garlic flower: this was something totally new for us. We did not know the flower, we did not know how fragile it was to remove it, and even ss we didn't know its properties and unique flavor within gastronomy.

So many times we spent our time taking the flowers out of the garlic, cutting them, weighing them and preparing them for sale at the fairs. We also learned how to operate a kind of farm "tractor" to move garlic here and there.

The days on this organic farm were some of the most beautiful we could live. Sunsets that set the sky on fire, landscapes that reveal the distances between everything around us, daytime laughter and fresh juices for work breaks. This juicing deserves a special mention. Stella made us (and sometimes we also prepared) some juices, smoothies, that left us speechless, with an open mouth, a happy heart and a lot of energy in the body. Always something different, always a new ingredient to try and was always a success. The kitchen was one of everyone's favorite places.

In the evenings sometimes Stella cooked, sometimes Samy and sometimes us. We took turns without much thought because it was a pleasure to share our meals by candlelight. Not because there was no electric light, but because we were that romantic: candlelight, organic wine, home cooking, and good talk. Several days we would go for a walk to the beach, enjoy the Australian skies and tour the island from north to south, from east to west. We went to see the forest of bats (we cannot explain the number of bats we saw, it is impossible to count them), we went to visit a beautiful vineyard and to have a glass of exquisite white wine, we went to Stella's friend house to eat fruits and we went to several places and of all the experiences we are totally grateful.